Prueba Suzuki Samurai

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SUZUKI SAMURAI 1.3. PEQUEÑO TRIALERO

En el segmento de acceso al mundo del 4x4, los pequeños Suzuki continúan teniendo un buen número de partidarios y representando una de las mejores opciones para aquellos que quieran un vehículo práctico eficáz para el campo sin otros condicionantes.

El Samurai nació como una evolución del primitivo SJ-410, orientado a acallar las críticas de algunas organizaciones de consumidores, especialmente en Estados Unidos, que acusaban a este último de excesivamente propenso al vuelco. Para mejorar su comportamiento se aumentó el ancho de vías en 10 cm., además de otras modificaciones como las nuevas ballestas parabólicas. En cambio la mayor anchura de vías no afectó a la carrocería, contando el habitáculo con el mismo y escaso espacio útil.
Técnicamente podemos decir que el Samurai responde totalmente a lo que siempre se ha considerado como un todoterreno clásico: robusto chasis de largueros y travesaños al que se atornilla la carrocería, suspensión por medio de ejes rígidos y ballestas y tracción habitualmente trasera, con la delantera conectable a voluntad y reductora. Se pueden encontrar en el mercado de ocasión unidades con los tres diferentes tipos de techo: convertibles con techo de lona o fibra, o cerrados con techo de chapa, las mismas que siguen comercializándose nuevas. La motorización 1.3 de inyección de gasolina llegó a finales de 1.995, para adaptar el vehículo a las nuevas normas antipolución. Aunque sus prestaciones son muy similares al 1.3 de carburador, sí que mejoraron los consumos.
El interior es bastante espartano, no hay aire acondicionado, elevalunas eléctricos, ni cierre centralizado ni airbags. Esta falta de elementos de confort conecta perfectamente con la filosofía del vehículo, y con la vieja teoría de los aficionados más veteranos que afirman: “todo lo que no lleva un coche no se puede romper”.
En ciudad su pequeño tamaño le permiten desenvolverse con soltura y aparcar en huecos muy pequeños, poniendo la nota negativa la durísima dirección, salvo en las pocas unidades que cuentan con asistencia. La carretera y la autopista no son terrenos donde el pequeño Suzuki se desenvuelva con soltura. Su velocidad máxima no es muy elevada, y obliga a trabajar con el cambio para mantener el motor siempre alto de vueltas y obtener medias que no sean desesperantes. Pero dejando atrás la negra cinta del asfalto es cuando el Samurai empieza a sentirse como pez en el agua. En pista rápida las ballestas y la corta batalla provocan reacciones bruscas, pero según el camino va rompiéndose el pequeño 4x4 hace valer sus cualidades, pasando por cualquier sitio a pesar de contar con una reductora con desarrollos demasiado largos. En el Samurai además, su escaso peso, apenas superior a la tonelada, le permiten ser muy eficaz, además de extremadamente divertido, en terrenos como el barro o la nieve.
Bien mantenidos y tratados con un poco de sentido común son casi indestructibles y no tienen porqué darnos problemas por mucho que se vaya al campo con ellos, aunque como otros modelos producidos en la fábrica de Linares los acabados son mejorables y algunos componentes mecánicos no están a la altura de la robustez general del conjunto, como por ejemplo sucede en el caso de las crucetas de las transmisiones.

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